sábado, abril 6

BIBLIOTECA NACIONAL

La Biblioteca Nacional, ese edificio desnudo de hormigón armado, de corte brutalista, tiene un problema: no sabe cuántos libros alberga en sus depósitos
Un paseo por las entrañas de la Biblioteca Nacional
Crédito foto: Adrián Escandar
Al no saber cuánto, tampoco sabe exactamente qué. Sin embargo, se estima que hay entre de tres y cinco millones de piezas (libros, Hemeroteca, Tesoro, etcétera).

Por su parte, las autoridades de la Biblioteca Nacional aseguran que esta situación comenzará a regularizarse a mitad de año, cuando entre en funcionamiento el nuevo sistema “Aleph”, un software que costó 850 mil pesos y que digitalizará todos los procesos bibliotecarios. Entre otros, cuantificar los libros que ingresan y contar con un proceso más estricto de estadísticas.
Otro de los problemas que tiene la Biblioteca Nacional –y que afirman solucionará este nuevo programa–, es que no cuenta con material digital en su sistema. En la actualidad, los lectores o investigadores que quieren recurrir a un libro argentino en su formato digital deben utilizar los sistemas de las bibliotecas extranjeras, que sí cuenten son ese material bibliográfico.
—¿Cómo es el circuito del libro?
—En el quinto piso, luego de realizar una auto consulta en alguna computadora disponible, el visitante realiza su pedido en la mesa principal.

Allí se imprime un ticket con los datos del texto y se envía la información al depósito, lugar donde descansan los libros. Unos quince o veinte minutos más tarde, el libro solicitado sube a través de un montacargas en un diminuto ascensor, y es entregado temporalmente al visitante.

En las profundidades
El depósito del segundo subsuelo se encuentra a nueve metros debajo de la recepción de la Biblioteca, no posee ventanas y, por tanto, está iluminado exclusivamente por luz artificial.
La Biblioteca Nacional recibe unos 250 visitantes diarios, quienes durante su estadía demandan al menos tres pedidos. Es decir, como mínimo se buscan, entregan y luego reacomodan 750 libros por día.
“Es bastante movido”, cuenta Hugo, uno de los empleados más antiguos del lugar, con más de veinte años trabajando en las profundidades de la Biblioteca.
Hugo, con otros veinte trabajadores por turno, recorre parte de los 19.000 m2 que forman parte de los tres sectores del depósito, que conforman una gigantesca ciudad de libros, con sus propias calles, barrios y avenidas.
Los empleados, como los topos, sin ver la luz del día durante horas, buscan, llevan, hurgan y ordenan los pedidos de los usuarios que ejecutan desde las alturas.
Los libros, que están ubicados de acuerdo al orden cronológico de su llegada a la Biblioteca, están acomodados del siguiente modo: Nivel, Sector, Batería, Frente y Estante.
Luego de que el usuario devuelve el libro, éste baja por el montacargas y es reacomodado en el lugar que corresponde. Sin embargo, si por alguna razón es ubicado en un lugar incorrecto, se corre el riesgo de perder el libro durante años, décadas o tal vez para siempre.
La humedad se hace sentir al poco tiempo de estar dentro de esta inmensa ciudad escondida bajo tierra. Pero no sólo significa una molestia para los trabajadores o los visitantes casuales, si no que los libros deben soportar, además del inherente deterioro del paso del tiempo, el que produce la reinante humedad.
En una mesa perdida se puede apreciar cómo un pequeño grupo de empleados, con absoluta concentración, se dedica a incluir las alarmas a los libros, pues no hace mucho éstos no contaban con un precinto de seguridad que los resguardase de posibles hurtos.
En el depósito, además, hay decenas de canastos con viejos libros y objetos sin un sector específico, que deberán ser recatalogados, restaurados y conservados lo mejor posible.
“En un de estos canastos encontré esto”, cuenta uno de los empleados, y muestra una carpeta con afiches titulada “Les Maîtres de l'Affiche”. “Hice la investigación y vale mucho”, dice. Luego, emite su opinión: “Esto tiene que estar en el Tesoro”.
Casi al finalizar la visita a este hermético mundo bajo tierra, la asistente bibliotecaria comenta que algunos de los trabajadores han visto fantasmas. Al consultarle sobre este tema, los buscadores de libros son esquivos y se niegan a responder. Pues, allí, en las profundidades, hay mitos y leyendas de las que es mejor no hablar.

Tesoro
En la Sala del Tesoro se encuentran las publicaciones, manuscritos o partituras que la Biblioteca considera más relevantes, por su significado, antigüedad o rareza. Entre ellos 21 textos incunables.
Parte de la colección personal de Juan Domingo Perón fue destinada a la Biblioteca Nacional en el año 1957, entre los que se destacan el Libro encadenado, un manuscrito del siglo XV: Filosofía natural, de Jean Buridan, con tapa de madera recubierta en gamuza y una cadena con argolla de hierro, La Biblia, un rollo en pergamino junto a una Biblia en hebreo y el Martín Fierro en guaraní, de 1951, de José Hernández.
Entre otros textos destacados que posee el Tesoro se encuentran: Del contrato social o principios del derecho político, de Jacques Rousseau (prologada y curada por Mariano Moreno), La Divina Comedia, de Dante Alighieri, de 1487, y el Archivo de Indias, de Gaspar García Viñas.
Por último, como otra rareza, se pueden mencionar los manuscritos originales de varias figuras de la literatura del Siglo XX como Leopoldo Lugones, Oliverio Girondo, Julio Cortázar, Alfonsina Storni y Ernesto Sábato, entre otros.

Fuente:Infobae,  por Maurice Jalfon
Museo Histórico Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo.

El museo cuenta con modernos sistemas interactivos de comunicación que favorecen la participación del público. Se puede acceder al balcón principal del edificio y visitar todas sus salas además de ver sus históricos túneles, a través de una cámara subterránea. Cuenta con dos pantallas que les permiten a los visitantes interactuar con la imagen del famoso cuadro del 22 de mayo y con un mapa con los puntos geográficos más importantes de la ciudad en los febriles días de la Revolución de Mayo. Dirección: Bolívar 65. Tel.: 4342-6729 y 4334-1782. Visitas guiadas: Miércoles y jueves a las 15.30; Viernes a las 15.30 (gratis); Sábados, domingos y feriados a las 12.30, 14 (gratis) y 15.30. Las visitas pagas incluyen un recorrido virtual en tiempo real de las construcciones subterráneas del Patio del Museo.

Los establecimientos educativos deben solicitar turno a visitascabildo@cultura.gov.ar. Dirección: Bolívar 65. Informes: 4342-6729 y 4334-1782.

miércoles, abril 3

Bañeras de Santiago de Guatemala

Los españoles introdujeron varias innovaciones en Mesoamérica, como el uso de la bañera. De la época hispánica se encuentran en Antigua Guatemala algunas en residencias conventuales y privadas que pueden visitarse y que ilustran ciertas costumbres de la época.

La principal herencia doméstica en las construcciones españolas fue la andaluz, por lo que sus raíces se encuentran en la vivienda romana y las modificaciones de origen musulmán; de ahí que las bañeras estuvieran recubiertas con azulejos.
Como extensión de las actividades cotidianas, en los conventos también se construyeron artesas, puesto que eran las residencias de los religiosos y monjas, muchos de ellos pertenecientes a las élites, y que, por lo tanto, necesitaban las mismas comodidades.
Su uso parece obvio, la higiene personal. Sin embargo, los ibéricos no tenían como prioridad el baño cotidiano. Un ejemplo de ello fue la sorpresa que causó entre los primeros conquistadores la costumbre por el religiosa baño: “El gran Moctezuma... bañábase cada día una vez”, según Bernal Díaz del Castillo.
Al parecer las razones para el baño entre los españoles eran por motivos de salud. Entre los conceptos vigentes en aquella época se encontraban las ideas del griego Hipócrates, quien plasmó la teoría de los cuatro humores constitutivos del cuerpo: sangre (cálida-húmeda), flema (fría-húmeda), bilis negra (fría-seca) y bilis amarilla (caliente-seca).
En ese sentido, el baño se recibía como forma de mantener o restablecer el equilibrio húmedo, ya fuese frío o caliente.
Por otra parte, se percibía al cuerpo como fuente de pecado, por lo que el baño debía considerarse como una actividad esporádica, para evitar la tentación de la lujuria. Como indica uno de los confesionarios del siglo XVII: “Menos debe amilanarse un hombre, por mucho que se precie de recatado y casto, de revolver las aguas de esta piscina... tocadas del contagio sensual”.
Las que a continuación presentamos son, sin duda, las bañeras más hermosas que se conservan en Antigua Guatemala. Representan magníficos ejemplos conservados de un tiempo lejano, que revive al visitar sus huellas que han configurado nuestro presente.
Concepción

El  convento de las concepcionistas fue uno de los complejos más grandes en  Santiago de Guatemala.  En 1709 contaba con 103 monjas, 140 pupilas, 700 criadas y 12 beatas como residentes.  Además, tenía 22 fuentes con agua corriente.
Se conserva la fachada de ingreso, fechada en 1694, así como  algunos muros, la nave  central de la iglesia y un pequeño claustro interno, probablemente residencia de una de las monjas. A este  claustro también se le llama  Casa de Sor Juana, en alusión a la poetisa Juana de Maldonado, cuando en realidad es una construcción del siglo XVIII que conserva una bañera decorada con tres medallones de estuco, uno de ellos ubicado en la cabecera, con el anagrama de Jesucristo, IHS. En los trabajos de recuperación efectuados  en  el 2011 se liberó otra parte del conjunto, que permite apreciar una segunda bañera que se encuentra en los límites del convento, junto a la calle que conducía al río Pensativo.

Las viviendas de élite desde 1550 contaban con el  servicio de agua, lo que permitía abastecer las bañeras. Cada propietario tenía que costear la cañería desde el tramo principal hasta su residencia. Estas bañeras de Capuchinas se encuentran juntas. Probablemente estaban separadas por un tabique de madera y se alimentaban gracias a los tanques ubicados atrás del muro.

Capuchinas
El Convento de Capuchinas  fue concluido por el arquitecto Diego de Porres, en 1736.  En ese lugar se encuentran aún tres bañeras.  Una de ellas está en el segundo piso, al cual ya no se permite el acceso. Era llamado el baño de la abadesa.  Las otras bañeras están en una habitación inmediata al ingreso de la torre de retiros.  El agua caliente era llevada desde la cocina de la torre, que se ubica a poca distancia del depósito.
Casa Popenoe (Casa de Las Infantas y Mendoza)  

Construida para el oidor Luis de las Infantas y Mendoza, antes de 1640, fue reconstruida hacia 1937.  Hoy el lugar está a cargo de la Universidad Francisco Marroquín. Su bañera es original, ochavada, y tiene un pequeño receptáculo para lavado de cabello, para baño de asientos o de bebés.
Casa de las Mil Flores (Casa de Pavón)
Ubicada en el barrio de Santo Domingo, fue una opulenta residencia con pisos de mosaico de tabas en el zaguán.  Los actuales propietarios encargaron al ingeniero Amerigo Giracca  el rescate de la cocina y la bañera, que conserva los azulejos originales.  Como las casas de élite, el cuarto de baño estaba separado de la cocina por un muro.  Esta disposición es la típica en las bañeras, para que pudieran recibir suficiente agua caliente del poyo de la cocina y mezclarse con el agua fría que proporcionaba la cañería abastecida por el sistema hidráulico de la ciudad. El cuarto de baño conserva un zócalo decorado con pigmento rojo, característico del siglo XVIII.
Colegio Mayor de Santo Tomás de Aquino

Era parte del complejo dominico.  Comenzó  sus labores en 1622.  En 1646 se reportó que contaba con “cuatro aulas, celdas y habitaciones para los estudiantes y el rector”, por lo que se le construyó una bañera. Tiene un pequeño receptáculo original, probablemente se usaba como lavamanos o lavapies, para lavarse la cara o hasta para baño de asientos.  Este  es cuadrangular, con los ángulos ochavados.  Con base en el diseño de sus azulejos originales, se  recubrió la bañera.
Santo Domingo (Hotel Casa Santo Domingo)

Este convento fue uno de los más grandes edificios en la ciudad.  Contaba con numerosas dependencias, pues en él residía un gran número de religiosos.  El edificio estaba concluido hacia 1653.  Entre los hallazgos y reconstrucciones  se encuentra una bañera  adyacente a una cocina que conserva su chimenea  y tiene restos de cañería de cerámica.
Santa Clara


Otro conjunto monumental fue el de la residencia de las monjas clarisas que, como todas las religiosas del período hispánico, eran de clausura.  Las primeras monjas llegaron en 1699 y el edificio  fue concluido hacia 1734, obra del arquitecto Diego de Porres. 
En el primer piso contaba con una sala para convalecientes, donde se encuentra una bañera que conserva pequeños fragmentos  de azulejos de mayólica. 
Siguiendo el diseño tradicional, cuenta con un depósito para el agua caliente detrás del muro al que se encuentra unida. El Consejo Nacional para la Protección de la Antigua Guatemala  tiene planificada su restauración.

 Fuente:

Prensalibre.com TEXTO Y FOTOS FLOR DE MARíA ORELLANA

domingo, marzo 31

Descubren once tumbas de la cultura Lima en la Videna

 

El lugar habría sido recinto para cumplir ritos religiosos y enterrar a sus muertos por el hallazgo de contextos funerarios.
Recientes trabajos de excavación han permitido hallar contextos funerarios de las culturas Ychma y Lima en la huaca Túpac Amaru B, ubicada dentro de las instalaciones de la Villa Deportiva Nacional (Videna), informó Fernando Herrera, arqueólogo del Ministerio de Cultura encargado del proyecto.
Desde hace pocos meses se vienen realizando investigaciones dentro de las instalaciones de la huaca Túpac Amaru A, aledaña a las avenidas del Aire y San Luis, que limitan con la Videna, así como también en Túpac Amaru B, cercana a la avenida Canadá.
En la primera se ha descubierto la arquitectura hecha de adobes pequeños que recuerda a otras instalaciones de la cultura Lima como la huaca Juliana. Mientras, en la huaca llamada Túpac Amaru B, de menor dimensión, se ha podido encontrar once contextos funerarios dentro de una estructura propia de la cultura Lima. Ocho de ellos son de la cultura Ychma, contemporánea a la cultura Chimú, y los restantes son de la cultura Lima, de la misma época que los mochicas, según estudios preliminares. El especialista explicó que en la época prehispánica algunas sociedades usaban las construcciones de las que las precedieron para cumplir ritos religiosos y enterrar a sus muertos. Es así que los Ychma usaron esta huaca perteneciente a una cultura anterior como sepulcro de miembros suyos.
En cuanto a los contextos funerarios, los dos hallazgos contienen características diferentes.  Los Lima están echados sobre una camilla boca arriba y acompañados de una vasija, mientras que los Ychma se encuentran en posición fetal.
La cultura Lima pertenece a la época preincaica que se desarrolló en la costa de nuestro país dentro de toda la capital limeña. Data de los años 100 y los 650, en el período conocido como el Intermedio Temprano y en los inicios del llamado Horizonte Medio.  Dentro de los contextos funerarios encontrados se puede apreciar textiles de la época. Su textilería fue una de las actividad más importantes de los limas. Utilizaban  las fibras de algodón y la lana de camélidos. En cuanto a sus decoraciones,  figuran dibujos de peces, serpientes y líneas diversas, entrelazadas.
El dato
La cultura Ychma es reconocida hasta la actualidad por sus importantes expresiones arquitectónicas. 15 construcciones admirables de esta cultura fueron encontradas en Pachacámac, en donde se divisan construcciones piramidales con rampas construidas con adobes que reposan en bases de piedra.
 
Fuente: expreso.pe

Museo Historico Nacional, Buenos Aires

Museo Histórico Nacional.

 Se exhiben excelentes grabados, litografías, cuadros, imágenes religiosas y esculturas; banderas, estandartes, armas y uniformes de las guerras de la Independencia; muebles, relojes, partituras, instrumentos musicales y vajillas de las familias tradicionales del siglo XIX; recuerdos de la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo, relicarios y miniaturas, daguerrotipos, fotos y tarjetas postales; aperos, ponchos, objetos de plata y prendas gauchas. Entre sus colecciones pictóricas resaltan los cuadros de José Gil de Castro; las pinturas de Cándido López, un valioso testimonio de la Guerra del Paraguay (1865-1870). También cuentan con los pianos y los forte pianos de la familia Escalada, de María Sánchez de Thompson y de Eduarda Mansilla. En el Museo puede visitarse la reproducción del dormitorio de José de San Martín en Boulogne-Sur-Mer (Francia), ambientado con objetos originales de acuerdo al bosquejo enviado por su nieta Josefa Balcarce. El archivo personal de Adolfo Carranza está abierto para los investigadores. Una valiosa biblioteca de alrededor de quince mil volúmenes, dedicada principalmente a la historia argentina y americana, puede ser consultada por el público general.
 Horario:
De miércoles a domingo, de 11 a 18 hs.
Los docentes que deseen visitar el Museo con sus alumnos deben enviar un correo electrónico a educacion@mhn.gov.ar. Dirección: Defensa 1600. Informes 4307-1182.